viernes, 24 de agosto de 2012

Dieciséis horas en México ヘ(^_^ヘ)


El impredecible tránsito de Lima hace que uno entre en pánico, pues para poder llegar al aeropuerto a tiempo desde San Borja, hay que atravesar media capital y lidiar con el característico caos vehicular. Desde hace unos meses muchos de los taxistas capitalinos, evitan entrar al Callao donde se encuentra el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, ya que la policía y el Gobierno Regional de la provincia constitucional, han decidido ser más que estrictos con los conductores, cosa que me pacer más que excelente ya que en alguna medida hay que frenar la informalidad y la irresponsabilidad de poseer unidades en condiciones inadecuadas para prestar servicio de transporte.


Luchito, amable taxista a quien contacto siempre para mis traslados al aeropuerto en Lima, realizó cortes que permitieron llegar en 40 minutos a pesar de los embotellamientos. Ya más tranquilo en el terminal aéreo,  la fila de la conocida aerolínea mexicana que me llevaría al país de los aztecas y charros,  avanzó rápidamente, pasamos a la sala de espera, no sin antes despedirme de Perú saboreando la bebida de sabor nacional.


La salida del vuelo hacia México estuvo programada a la 1 y 20 de la madrugada para arribar al Aeropuerto InternacionalBenito Juárez de México DF a las 7 y 30 am. Siempre acostumbro fotografiar en los vuelos cuanto fenómeno meteorológico suceda. No recuerdo en qué momento quede dormido, pero dos horas antes de llegar a México, nos sorprendió un bello amanecer sobre las nubes, quizás sobrevolando Honduras o Guatemala.


Aterrizamos sin novedad y mi primera visión de un mexicano fue por la ventana del avión, fue un joven que descendía rápidamente las maletas de la faja transportadora, hacia el carro que lleva los equipajes y al parecer no le gustaba su trabajo, alcancé a ver que una de mis valijas pasó bruscamente al carrito.


Ya saliendo del avión y a través de la manga, pasamos al primer nivel  y luego de dos horas y media, es lo que demoró la cola de extranjeros hacia los módulos de los oficiales de migraciones. Recordé el episodio de la película El Padrino I, donde el niño Vito Andolini (luego de ese día cambiaría de apellido a Corleone) se encontraba  haciendo fila entre cientos de extranjeros de diversas nacionalidades, en mi caso, me encontraba entre filipinos, rusos, franceses y chinos. Después de tiempo pase casi dos horas en cola, sin pronunciar una palabra.


Luego de los controles de migración y aduanas, me encontré con Ítalo, docente de Cenfotur - Lima, quien también venia de Lima y tenía como destino Tokio en el mismo vuelo. Depositamos el equipaje para el vuelo siguiente a las 11 y 20 p.m. con destino Tokio, esto si fue rápido y de inmediato ubicamos una tienda para comprar tarjetas telefónicas (el Roaming automático felizmente no funcionó, con lo caro que sale recibir llamadas en el extranjero) para comunicarnos con las familias y decir que todo está okey. Desayuné un burrito (similar a un taco con carne, pero enrollado)   en el aeropuerto, pude encontrar Wi Fi y postear un par de fotos en las redes sociales, que son mi contacto con el planeta.


Días antes de llegar a México, contacté con Jimmy, compañero de estudios en la Universidad en Tacna y amigo de parrandas aquellos años, él tiene poco menos de un año trabajando para una entidad financiera en México y acordamos en encontrarnos a pesar de ser día laborable, Jimmy se las arreglaría. Contactamos a través del Fb, para encontrarnos en Puebla de Zaragoza, mencionó que del aeropuerto Juárez, salían buses directamente a Puebla, no más de dos horas, así que había que aprovechar el tiempo porque solo estaríamos dieciséis horas en México. Ítalo, decidió acompañarme.


Desde el la terminal de buses del aeropuerto, salimos en uno de esos que nos prestó un servicio bastante adecuado y con una excelente atención, debo resaltar que el tema de seguridad en las terminales es bastante rigurosa, al igual que en los aeropuertos, hay que despojarse de todos los metales pasar por un detector antes de ingresar al bus. Te ofrecen piqueos y bebidas al escoger, además obsequian audífonos para las películas o canales de música. Ya en el interior, contábamos con servicio de internet inalámbrico y aire acondicionado, los baños separados para damas y caballeros, no se restringía a urinarios, excelente servicio para un transporte al interior. Cuándo se animarán las empresas de transporte en Perú a invertir y brindar un servicio de este nivel, es cuestión de decisión política nacional para exigir que el servicio pueda llegar a estos niveles, nada complicado.


Salimos del D.F. rumbo a Puebla, con Ítalo íbamos emocionados por la improvisada aventura, pues acordamos que al retorno de Japón (haríamos escala de varias horas en México) podríamos visitar el D.F. y a petición de nuestras madres visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe. Me sentí como en la capital peruana, pues a excepción de las placas de los vehículos, casi todo es igual, las calles, las pintas, los ambulantes en los semáforos, uno que otro loco del volante, eso sí, muchos más policías.


El paisaje entre México (Distrito Federal) y el estado de Puebla, se compone de pequeños pueblos, el verdor de la temporada le da un aire tropical, en algunas zonas saliendo del D.F., se observa seguridad extrema, incluso hay barrios completamente cercados cuya único acceso está vigilado, pude observar una dama uniformada con un fusil sobre un patrullero Pick Up al ingreso del Barrio “La Presa”.


Siguiendo la carretera Federal 150D y luego de pasar una especie de cementerio vehículos o deshuesadero (mas tarde la foto que coloque en mi muro del Fb, fue comentada por Augusto, un amigo de Tacna, donde menciona que dicho en dicho lugar se filmó la película “Paradas Continuas”) nos internamos hacia una zona con exuberante vegetación, la autopista surca un bello ecosistema verde con pocas curvas, después de casi una hora de recorrido, cruzamos por la población Río Frío de Juárez en el municipio de Ixtapaluca, que nos anuncia que el estado Puebla esta próximo.


Atravesamos varios municipios hasta llegar a nuestro destino: La Heroica Puebla de Zaragoza, que ese es el nombre oficial, la cuarta ciudad más grande de México a 2147 metros de altura, obviamente emocionado porque el nombre me recordó a mi heroica Tacna.


Al ingreso de Puebla, el bus tuvo un pequeño impase con un taxista, pero todo con respeto. En la terminal de buses (al igual que en la anterior) se observa la extrema seguridad y protección al turista, en Puebla no existe esa percepción de inseguridad como en D.F., telefoneamos a mi amigo Jimmy quien nos recomendó visitar antes del almuerzo el Zócalo de Puebla que es la Plaza Principal o lo que llamamos Plaza de Armas, con la confianza que inspiraba Puebla, tomamos el primer taxi en la puerta del terminal, de inmediato hubo química con el conductor y salvo por el acento mexicano, todo era familiar, las calles, arquitectura de una ciudad de fundación española con tradiciones arraigadas y gente orgullosa, por un instante me trasladé a Arequipa, por la arquitectura, pista con adoquines y la presencia de los volcanes Popocatépetl e Izataccíhuatl.


Don Venusiano, el taxista, nos comentó que Puebla recibe anualmente seis millones de turistas. –¡un momento! – le dije, ¿me está tomando el pelo?   Y  mirando mi cabeza (pues me rapo el cabello a diario) se echó a reír y me confirmó la cifra, seis millones de turistas para una cuidad, significa que es la principal fuente de ingresos y requiere el compromiso de las autoridades, prestadores de servicios y la población en general, en mayo pasado anunciaron una nueva estrategia de promoción turística, los Pueblos Mágicos de Cuetzalan y Zacatlán, contribuyen a complementar la oferta turística y enriquecen a Puebla.


Luego de diez minutos, llegamos al Zócalo que es centro cultural, político y religioso de la ciudad  y la cantidad de turistas era impresionante. Hasta fines del siglo XVIII, fue el principal mercado de la ciudad y durante la colonia, fue la principal proveedora de agua potable a través de una fuente instalada en el centro. Actualmente el Zócalo es una plaza llena de árboles que la rodean varias esculturas, la del  Arcángel Miguel es la más importante que se encuentra en una fuente situada en el centro desde 1777.


Rodean el Zócalo edificios históricos como el Palacio Municipal, la Casa de los Muñecos y la imponente Catedral que demoró 300 años para completar la construcción que se inició en 1575 bajo las órdenes de Felipe II de España. La torre norte se añadió en 1678 y la torre sur en 1768. La forma de la catedral es de cruz latina y consta de cinco naves. Sus campanarios situados a mas de 60 metros de altura, son los más altos de México.

Entre las joyas que se encuentran dentro del enorme templo, observamos dos gigantescos órganos, que fueron donados por el rey Carlos V. También pueden observarse varias estatuas de santos y ángeles, simplemente quede impresionado al extremo que mi compañero Ítalo me dijo: ¡cierra la boca!



En ese momento se realizaba un matrimonio múltiple y los turistas se confundían con los asistentes, no obstante hay letreros con ciertas normas de comportamiento dentro del templo. Me comentaron que nadie se explicaba cómo llegó hasta una de las torres la campana “María” con más de ocho toneladas, “los ángeles la subieron” dicen.




Jimmy nos esperaba en un centro comercial en Angelópolis para el almuerzo, nos despedimos de este centro histórico y patrimonio de la humanidad, para dirigirnos a la zona moderna de Puebla, cruzando un elevado puente, pudimos observar otra vez el volcán Popocatépetl , humeante e imponente entre nubes. En el trayecto no nos resistimos a un espectáculo y nos detuvimos en una taquería que tenía un letrero donde se leía “Tacos al pastorcito” lo que me llamó la atención fue la carne apilada en una estaca de hierro giratoria, parecido a un trompo, frente a una especie de horno con fuego igualmente vertical que asa la carne conforme el taquero va cortando trozos.


La carne cae cortada en finas capas, cae directamente sobre la tortilla que el taquero sostiene con la otra mano (una mano para el cuchillo y otra para la tortilla), ese era él espectáculo para mi, pero más aun es el delicioso sabor poblano. Habiendo hecho el “entierro bajo” llegamos al centro comercial en Angelopolis, donde Jimmy y unos amigos suyos nos esperaban para invitarnos el tradicional “mole poblano” acompañado de una deliciosa cerveza tipo viena: Victoria, es única. En Perú, la mayoría de nosotros estamos algo acostumbrados a beber solo pielsener y malta.

Nuestro anfitriones mexicanos, nos llenaban de preguntas sobre Perú y nuestro destino, Japón. Observe cierta atención hacia nosotros cuando nos llegó el pedido: el Mole Poblano, a simple vista, algo similar a un Pudding de Chocolate en plato.



La primera impresión en el paladar es esa mixtura de sabores, frejoles, ají y… ¿chocolate?. Si, chocolate, no nos equivocamos, pero mas era la presencia del ají osea chile. Como en Tacna estamos acostumbrados a por lo menos una vez por semana al Picante a la Tacneña, no se me dificultó terminarlo, porque si picaba, un sabor nuevo y delicioso a mi parecer, Ítalo no sintió lo mismo.

Las horas pasaban, charlamos largo rato y recibí una cátedra de gastronomía poblana, pues uno de nuestros comensales ordeno Chile en Nogada (me recordó en algo rocoto relleno por la apariencia) se prepara con chile poblano (a la vista, similar a un pimentón verde) relleno de un guisado de picadillo y frutas, cubierto con crema de nuez, perejil y granada, con lo cual se simbolizan los tres colores de la bandera de mexicana.

El momento de retorno al aeropuerto Benito Juárez de México, llegaba. Triste y rápida despedida, llevándose en el recuerdo lo mejor de Puebla, El Zócalo y su gastronomía. Camino a la terminal de buses nuestros amigos nos invitaron una nieve de guanábana (helado en crema) esto coronó la tarde y continuamos al terminal.  El mismo procedimiento para el retorno, seguridad extrema, rayos X, detectores de metales y por otro lado los suvenir y la atención a bordo.


El cansancio pudo más y despertamos en el aeropuerto, llegamos a una hora prudente para tomar el vuelo a Tokio, visitamos algunas tiendas y luego ya en la sala de embarque aprovechamos para cargar los equipos (equipos y cámaras) en los módulos que allí existen para los turistas en cada sala. Llegaba la hora y nos confundimos con los pasajeros en su mayoría japoneses que retornaban al país del sol naciente luego de visitar este gran país como es México fruto del mestizaje y tradiciones, donde me sentí como en casa, ahora que son campeones olímpicos en el fútbol (deporte del cual no soy seguidor), me identifico también con ellos y siento su alegría. ¡Viva México…!