El impredecible tránsito de
Lima hace que uno entre en pánico, pues para poder llegar al aeropuerto a
tiempo desde San Borja, hay que atravesar media capital y lidiar con el
característico caos vehicular. Desde hace unos meses muchos de los taxistas capitalinos,
evitan entrar al Callao donde se encuentra el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, ya que la policía y el Gobierno Regional de la
provincia constitucional, han decidido ser más que estrictos con los conductores, cosa que me pacer
más que excelente ya que en alguna medida hay que frenar la informalidad y la
irresponsabilidad de poseer unidades en condiciones inadecuadas para prestar
servicio de transporte.
Luchito, amable taxista a
quien contacto siempre para mis traslados al aeropuerto en Lima, realizó cortes
que permitieron llegar en 40 minutos a pesar de los embotellamientos. Ya más
tranquilo en el terminal aéreo, la fila
de la conocida aerolínea mexicana que me llevaría al país de los aztecas y
charros, avanzó rápidamente, pasamos a
la sala de espera, no sin antes despedirme de Perú saboreando la bebida de
sabor nacional.
La salida del vuelo hacia México
estuvo programada a la 1 y 20 de la madrugada para arribar al Aeropuerto InternacionalBenito Juárez
de México DF a las 7 y 30 am. Siempre acostumbro fotografiar en los vuelos
cuanto fenómeno meteorológico suceda. No recuerdo en qué momento quede dormido,
pero dos horas antes de llegar a México, nos sorprendió un bello amanecer sobre
las nubes, quizás sobrevolando Honduras o Guatemala.
Aterrizamos sin novedad y
mi primera visión de un mexicano fue por la ventana del avión, fue un joven que
descendía rápidamente las maletas de la faja transportadora, hacia el carro que
lleva los equipajes y al parecer no le gustaba su trabajo, alcancé a ver que
una de mis valijas pasó bruscamente al carrito.
Ya saliendo del avión y a través de la manga, pasamos al primer
nivel y luego de dos horas y media, es
lo que demoró la cola de extranjeros hacia los módulos de los oficiales de
migraciones. Recordé el episodio de la película El Padrino I, donde el niño
Vito Andolini (luego de ese día cambiaría de apellido a Corleone) se encontraba
haciendo fila entre cientos de extranjeros
de diversas nacionalidades, en mi caso, me encontraba entre filipinos, rusos, franceses y chinos. Después de tiempo pase casi dos horas en cola, sin pronunciar una
palabra.
Luego de los controles de
migración y aduanas, me encontré con Ítalo, docente de Cenfotur - Lima, quien
también venia de Lima y tenía como destino Tokio en el mismo vuelo. Depositamos
el equipaje para el vuelo siguiente a las 11 y 20 p.m. con destino Tokio, esto si
fue rápido y de inmediato ubicamos una tienda para comprar tarjetas telefónicas
(el Roaming automático felizmente no
funcionó, con lo caro que sale recibir llamadas en el extranjero) para
comunicarnos con las familias y decir que todo está okey. Desayuné un burrito (similar
a un taco con carne, pero enrollado) en el aeropuerto, pude encontrar Wi Fi y postear un par de fotos en las
redes sociales, que son mi contacto con el planeta.
Días antes de llegar a
México, contacté con Jimmy, compañero de estudios en la Universidad en Tacna y
amigo de parrandas aquellos años, él tiene poco menos de un año trabajando para una entidad financiera en
México y acordamos en encontrarnos a pesar de ser día laborable, Jimmy se las
arreglaría. Contactamos a través del Fb, para encontrarnos
en Puebla de Zaragoza, mencionó que del aeropuerto Juárez, salían buses
directamente a Puebla, no más de dos horas, así que había que aprovechar el
tiempo porque solo estaríamos dieciséis horas en México. Ítalo, decidió
acompañarme.
Desde el la terminal de
buses del aeropuerto, salimos en uno de esos que nos prestó un servicio bastante
adecuado y con una excelente atención, debo resaltar que el tema de seguridad
en las terminales es bastante rigurosa, al igual que en los aeropuertos, hay
que despojarse de todos los metales pasar por un detector antes de ingresar al
bus. Te ofrecen piqueos y bebidas al escoger, además obsequian audífonos para
las películas o canales de música. Ya en el interior, contábamos con servicio de
internet inalámbrico y aire acondicionado, los baños separados para damas y
caballeros, no se restringía a urinarios, excelente servicio para un transporte
al interior. Cuándo se animarán las empresas de transporte en Perú a invertir y
brindar un servicio de este nivel, es cuestión de decisión política nacional para
exigir que el servicio pueda llegar a estos niveles, nada complicado.
Salimos del D.F. rumbo a
Puebla, con Ítalo íbamos emocionados por la improvisada aventura, pues
acordamos que al retorno de Japón (haríamos escala de varias horas en México)
podríamos visitar el D.F. y a petición de nuestras madres visitar el santuario
de la Virgen de Guadalupe. Me sentí como en la capital peruana, pues a
excepción de las placas de los vehículos, casi todo es igual, las calles, las
pintas, los ambulantes en los semáforos, uno que otro loco del volante, eso sí,
muchos más policías.
El paisaje entre México
(Distrito Federal) y el estado de Puebla, se compone de pequeños pueblos, el
verdor de la temporada le da un aire tropical, en algunas zonas saliendo del D.F.,
se observa seguridad extrema, incluso hay barrios completamente cercados cuya
único acceso está vigilado, pude observar una dama uniformada con un fusil
sobre un patrullero Pick Up al ingreso del Barrio “La Presa”.
Siguiendo la carretera
Federal 150D y luego de pasar una especie de cementerio vehículos o deshuesadero (mas tarde la foto que
coloque en mi muro del Fb, fue comentada por Augusto, un amigo de
Tacna, donde menciona que dicho en dicho lugar se filmó la película “Paradas
Continuas”) nos internamos hacia una zona con exuberante vegetación, la
autopista surca un bello ecosistema verde con pocas curvas, después de casi una
hora de recorrido, cruzamos por la población Río Frío de Juárez en el municipio
de Ixtapaluca, que nos
anuncia que el estado Puebla esta próximo.
Atravesamos varios
municipios hasta llegar a nuestro destino: La Heroica Puebla de Zaragoza, que
ese es el nombre oficial, la cuarta ciudad más grande de México a 2147 metros de
altura, obviamente emocionado porque el nombre me recordó a mi heroica Tacna.
Al ingreso de Puebla, el
bus tuvo un pequeño impase con un taxista, pero todo con respeto. En la
terminal de buses (al igual que en la anterior) se observa la extrema seguridad
y protección al turista, en Puebla no existe esa percepción de inseguridad como
en D.F., telefoneamos a mi amigo Jimmy quien nos recomendó visitar antes del
almuerzo el Zócalo de Puebla que es la Plaza Principal o lo que llamamos Plaza
de Armas, con la confianza que inspiraba Puebla, tomamos el primer taxi en la
puerta del terminal, de inmediato hubo química con el conductor y salvo por el
acento mexicano, todo era familiar, las calles, arquitectura de una ciudad de
fundación española con tradiciones arraigadas y gente
orgullosa, por un instante me trasladé a Arequipa, por la arquitectura, pista
con adoquines y la presencia de los volcanes Popocatépetl e Izataccíhuatl.
Don Venusiano, el taxista, nos comentó que Puebla recibe anualmente seis millones de turistas. –¡un
momento! – le dije, ¿me está tomando el pelo?
Y mirando mi cabeza (pues me rapo
el cabello a diario) se echó a reír y me confirmó la cifra, seis millones de
turistas para una cuidad, significa que es la principal fuente de ingresos y
requiere el compromiso de las autoridades, prestadores de servicios y la
población en general, en mayo pasado anunciaron una nueva estrategia de
promoción turística, los Pueblos Mágicos de
Cuetzalan y Zacatlán, contribuyen a complementar la oferta turística y enriquecen
a Puebla.
Luego de diez minutos, llegamos al Zócalo que es centro cultural, político y
religioso de la ciudad y la cantidad de turistas era impresionante. Hasta fines del siglo XVIII, fue
el principal mercado de la ciudad y durante la colonia, fue la principal proveedora de agua potable a través de una fuente instalada en el centro. Actualmente el
Zócalo es una plaza llena de árboles que la rodean varias esculturas, la del Arcángel Miguel es la más importante que se
encuentra en una fuente situada en el centro desde 1777.
Rodean
el Zócalo edificios históricos como el Palacio Municipal, la Casa de los
Muñecos y la imponente Catedral que demoró 300 años
para completar la construcción que se inició en 1575 bajo las órdenes de Felipe
II de España. La torre norte se añadió en 1678 y la torre sur en 1768. La forma
de la catedral es de cruz latina y consta de cinco naves. Sus campanarios
situados a mas de 60 metros de altura, son los más altos de México.
Entre las joyas que se encuentran dentro del enorme templo, observamos
dos gigantescos órganos, que fueron donados por el rey Carlos V. También pueden
observarse varias estatuas de santos y ángeles, simplemente quede impresionado
al extremo que mi compañero Ítalo me dijo: ¡cierra la boca!
En ese momento se realizaba un matrimonio múltiple y los turistas
se confundían con los asistentes, no obstante hay letreros con ciertas normas
de comportamiento dentro del templo. Me comentaron que nadie se explicaba cómo
llegó hasta una de las torres la campana “María” con más de ocho toneladas, “los
ángeles la subieron” dicen.
Jimmy nos esperaba en un centro comercial en Angelópolis para el
almuerzo, nos despedimos de este centro histórico y patrimonio de la humanidad,
para dirigirnos a la zona moderna de Puebla, cruzando un elevado puente,
pudimos observar otra vez el volcán Popocatépetl , humeante e imponente entre nubes. En el trayecto
no nos resistimos a un espectáculo y nos detuvimos en una taquería que tenía un
letrero donde se leía “Tacos al pastorcito” lo que me llamó la
atención fue la carne apilada en una estaca de
hierro giratoria, parecido a un trompo,
frente a una especie de horno con fuego igualmente vertical que asa la carne
conforme el taquero va cortando trozos.
La carne cae cortada en finas capas, cae
directamente sobre la tortilla que el taquero sostiene con la otra mano (una
mano para el cuchillo y otra para la tortilla), ese era él espectáculo para mi,
pero más aun es el delicioso sabor poblano. Habiendo hecho el “entierro bajo”
llegamos al centro comercial en Angelopolis, donde Jimmy y unos amigos suyos nos esperaban para invitarnos el tradicional “mole poblano” acompañado de una
deliciosa cerveza tipo viena: Victoria, es única. En Perú, la mayoría de
nosotros estamos algo acostumbrados a beber solo pielsener y malta.
Nuestro anfitriones mexicanos, nos
llenaban de preguntas sobre Perú y nuestro destino, Japón. Observe cierta
atención hacia nosotros cuando nos llegó el pedido: el Mole Poblano, a simple
vista, algo similar a un Pudding de Chocolate en plato.
La primera impresión en el paladar es esa mixtura
de sabores, frejoles, ají y… ¿chocolate?. Si, chocolate, no nos equivocamos, pero
mas era la presencia del ají osea chile. Como en Tacna estamos acostumbrados a
por lo menos una vez por semana al Picante a la Tacneña, no se me dificultó
terminarlo, porque si picaba, un sabor nuevo y delicioso a mi parecer, Ítalo no
sintió lo mismo.
Las horas pasaban, charlamos largo rato y recibí
una cátedra de gastronomía poblana, pues uno de nuestros comensales ordeno
Chile en Nogada (me recordó en algo rocoto relleno por la apariencia) se
prepara con chile poblano (a la vista,
similar a un pimentón verde) relleno de
un guisado de picadillo y frutas, cubierto con crema
de nuez, perejil y granada, con lo cual se simbolizan los tres colores de la bandera de mexicana.
El momento de retorno al aeropuerto Benito Juárez de México,
llegaba. Triste y rápida despedida, llevándose en el recuerdo lo mejor de Puebla,
El Zócalo y su gastronomía. Camino a la terminal de buses nuestros amigos nos
invitaron una nieve de guanábana (helado en crema) esto coronó la tarde y
continuamos al terminal. El mismo
procedimiento para el retorno, seguridad extrema, rayos X, detectores de
metales y por otro lado los suvenir y la atención a bordo.
El cansancio pudo más y despertamos en el aeropuerto,
llegamos a una hora prudente para tomar el vuelo a Tokio, visitamos algunas
tiendas y luego ya en la sala de embarque aprovechamos para cargar los equipos
(equipos y cámaras) en los módulos que allí existen para los turistas en cada
sala. Llegaba la hora y nos confundimos con los pasajeros en su mayoría
japoneses que retornaban al país del sol naciente luego de visitar este gran
país como es México fruto del mestizaje y tradiciones, donde me sentí como en
casa, ahora que son campeones olímpicos en el fútbol (deporte del cual no soy
seguidor), me identifico también con ellos y siento su alegría. ¡Viva México…!
Viva México!! Cabrones!
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